_Un poco de historia
Ocho siglos de esplendor en la España musulmana
Tierra de encuentros, de cruces culturales, de convivencia y de fecundos mestizajes, Al Andalus fue una civilización que irradió luz propia tanto a Oriente como a Occidente. Cuando los musulmanes llegaron a España en el siglo VIII procedentes del norte de África y de Oriente Medio extendiendo sus dominios sobre buena parte de la Península Ibérica, y muy especialmente sobre las tierras de lo que conocemos como Andalucía, se inició aquí una era de esplendor y progreso espiritual, social y cultural desconocidos hasta entonces en Europa. Durante cerca de ocho siglos, desde 711 a 1492, Al Andalus formó parte de una de las civilizaciones más brillantes de la historia de la Humanidad y sus ciudades se convirtieron en centros del saber. Algunos de los tesoros de entonces han perdurado hasta nuestros días haciendo de estas tierras do olivos y naranjos un lugar único donde Oriente y Occidente se funden en una fructífera mezcla de culturas (Musulmana, Judía y Cristiana).
Esta historia se inició en 711, con la llegada a Gibraltar (Jabal Táriq) de las tropas musulmanas comandadas por Táriq Ibn Ziyad. Su dominio llegó a extenderse sobre el territorio que hoy ocupan España y Portugal, a excepción de un franja del norte (el Reino de Asturias) Los musulmanes dieron a estas tierras el nombre de Al-Andalus. Al principio este amplio territorio fue gobernado desde Damasco, por entonces capital del Califato Omeya, pero en 750 los Abásidas arrojaron a los omeyas del control de la Ummah y asentaron su poder sobre Bagdad. Entonces, un príncipe omeya superviviente de las revueltas, Abdur Rahman I, se refugió en Al-Andalus y en 1756 se proclamó Emir de Córdoba. Su estirpe continuó gobernando Al Andalus durante varias generaciones, alcanzando la cima de su esplendor y su poder con Abdu Rahman III. Fue éste quien decidió fundar un califato y declararse Amir Al-Muminín (príncipe de los creyentes). Este califa y su sucesor, al-Hakam II, lograron la integración étnico-cultural entre bereberes, árabes, hispanos y judíos, e hicieron de Córdoba uno de los mayores centros del saber y la prosperidad en el mundo.
Sin embargo, no todos los sucesores de estos brillantes califas siguieron tan buena política. Tras 22 años de guerra interna, en 1031, se abolió el califato. Diferentes familias fueron tomando el poder de cada ciudad andalusí. Y esta desintegración fue el comienzo del fin de Al Andalus: ante la debilidad los cristianos fueron creciéndose y recuperando territorios. Pero al Islam le quedaban todavía siglos de presencia en España: bajo el dominio de la dinastía almorávide, procedente del norte de África; después, de los almohades, llegados también desde el Magreb.
En el siglo XIII, cuando el avance de los cristianos parecía ya imparable, surgió la última de las dinastías, la nasri (Nazarí), fundada por al-Ahmar ibn Nasr, quien asentó su reino en Granada. Acechado desde el norte por los reyes cristianos y desde el sur por los sultanes de Marruecos, el gobierno de los nasiríes fue muy inestable. Pese a ello, Granada fue una gran metrópoli de su tiempo que acogía a musulmanes procedentes de todo el mundo y en la que se construyeron maravillosos palacios, mezquitas y baños públicos. Entre ellos, la Alhambra, una de las maravillas del mundo. Y así siguió siendo hasta que en 1492 el rey Abu Abd’Allah, acechado por los cristianos y víctima de numerosas intrigas palaciegas, entregó la ciudad a los Reyes Católicos.
CÓRDOBA / QURTUBA
Fue la principal ciudad de Al Andalus desde 750 y, entre 929 y 1031, la capital del califato. En este tiempo llegó a convertirse en la ciudad más culta, sofisticada y espléndida de Europa: 500.000 habitantes comparados con los alrededor de 38.000 de París, más 700 mezquitas –entre ellas, la tercera más grande del mundo por entonces-, 800 hamams (baños públicos), un sistema de urbanización avanzado, un comercio variado y floreciente, alumbrado en las calles (adelantándose con ellos 700 años a Londres o París), 70 bibliotecas, entre ellas, una que contenía 500.000 manuscritos y que empleaba a los mejores calígrafos y traductores de la época. Junto a Bagdad, Córdoba era por entonces uno de los principales centros de conocimiento del mundo musulmán. En ella trabajaron algunos de los más importantes filósofos y científicos de la época, como Abu al-Qasim al Zahrawi (Abulcasis) o Ibn Rushd (Averroes).
Testigo de aquel esplendoroso tiempo permanece la principal mezquita, considerada hoy, junto a todo el centro histórico de Córdoba, patrimonio de la Humanidad. También queda en pie parte de la hermosa ciudad palaciega de Medinat Al Zahra, que alojó lo que puede ser considerado el primer parlamento en Europa. Desde allí el gobierno gestionaba los impuestos que se recaudaban de los lugares más lejanos de las rutas del oro y de la seda: al este, China e India, y al sur, desde Senegal hasta lo más profundo de África. Solo duró 100 años, pero representa el clímax de la España musulmana, del califato omeya y su caída.
SEVILLA / ISCHBILIYA
El cúmulo de sensaciones que la capital andaluza despierta en el viajero es privilegio de tan sólo algunas ciudades del mundo. Incorporada al dominio musulmán en el 712, fue la primera y efímera capital de al-Ándalus, hasta el traslado de esta a Córdoba. Ischbíliya, la Sevilla andalusí, rivalizaría con esta otra gran urbe del Guadalquivir, sublevándose a menudo contra sus gobernantes. Al fin, la desmembración del califato en el siglo XI hizo crecer el esplendor de Ischbíliya, bajo la la dinastía árabe de los abbadíes, que la hicieron corte del mayor y más poderoso de los reinos independientes. Posterioremente, los imperios magrebíes de almorávides y almohades catapultaron su importancia, convirtiéndose desde el siglo XII en una de las más importantes ciudades de Europa. El fin de la brillante etapa musulmana de Ischbíliya sucedió en 1248.
En pie desde entonces permanece el minarete de la principal mezquita almohade, construido entre 1184 y 1198 y hoy conocido como La Giralda. Es lo único que permanece de ella junto con el patio de los Naranjos. Sus rampas interiores fueron construidas de tal manera que se podía llegar a lo más alto a lomos de una mula. En 1356 un terremoto destruyó la parte más alta, hoy rematada por campanas.
Otro de los tesoros arquitectónicos de la ciudad, el magnífico Palacio Alcázar, es también uno de los mejores ejemplos de la convivencia entre cristianos, musulmanes y judíos en este periodo de la historia. Durante los últimos años de dominio musulmán, Sevilla se había convertido en una ciudad importante para los reyes cristianos, que mantenían unas excelentes relaciones con los sultanes de Granada. Fueron precisamente estos reyes cristianos quienes encargaron, a artesanos musulmanes, la construcción del palacio, financiado por banqueros judíos.
GRANADA / GHARNATA
Granada fue el último reino musulmán de Al Andalus. Acosado desde el norte por los cristianos y desde el sur por los sultanes de Marruecos, consiguió sobrevivir durante dos siglos y medio. Lo logró gracias a la protección que le brindaban las montañas que le rodeaban y a una red de ciudades estratégicas fuertemente fortificadas como Málaga, Ronda, Almería, o Salobreña.
Bajo el gobierno de los reyes Nazaríes, Granada fue una de las ciudades más ricas de España y también un refugio para los musulmanes que huían de los ataque cristianos. El magnífico palacio fortificado de la Alhambra (Al Hamra en árabe por su color rojo) se empezó a construir en 1248 y las obras duraron cerca de cien años. En la actualidad es el más antiguo palacio musulmán que permanece en buen estado de conservación, patrimonio de la humanidad y uno de los monumentos más visitados en el mundo.
En 1492, tras diez años de asedio, el rey Muhammad XII Abu’Abdullah entregó las llaves de la ciudad a los reyes católicos Isabel y Fernando y firmó las llamadas “capitulaciones de Granada” para garantizar en adelante los derechos de los musulmanes. Pocos años más tarde, sin embargo, fueron expulsados. Muchos huyeron a Marruecos. Quienes se quisieron quedar fueron obligados a convertirse al cristianismo.
TOLEDO / TOLAYTELA
Esa ciudad situada a 70 kilómetros al sur de Madrid, en la región que hoy se conoce como Castilla La Mancha, la patria de Don Quijote, es una importante ciudad tanto antes como después del periodo musulmán. Se dice que Toledo fue uno de los lugares donde se fundó la ciencia moderna. La Tolaytela musulmana se convirtió en un punto de intercambio fructífero entre culturas durante cerca de tres siglos. A medida que los territorios de Al Ándalus pasaban a manos cristinas, a los sabios musulmanes les fue permitido permanecer en Toledo con el fin de que recopilaran, tradujeran y desarrollaran los conocimientos que se habían desarrollado en Al Ándalus y el resto del mundo musulmán, incluida Persia y Oriente Medio. Hoy es patrimonio de la UNESCO.
Una buena muestra de este intercambio cultural se constata en la antigua mezquita del Cristo de la Luz (Christ of Light), en cuyas paredes se puede leer el comienzo de la surat coránica A’nnur (La Luz). La estructura urbana de Toledo es árabe, con calles estrechas y casas que están abiertas a bellos patios interiores, centros de la vida social y familiar. Además, puertas árabes de entrada a la ciudad, la Mezquita de Tornerías y los Baños del Ángel, entre otros.